No parece una fotografía fantástica al primer vistazo, un anodino trozo del espacio, pero en realidad tiene mucho más interés del que aparenta. Es la prueba de que ExoMars, la ambiciosa misión de la Agencia Espacial Europea (ESA) y su homóloga rusa, Roscosmos, se dirige hacia su objetivo, Marte, sin ningún problema y tal y como se esperaba. La nave, lanzada hace un mes, llegará el próximo octubre para analizar
el metano presente en la atmósfera marciana, uno de los mayores enigmas científicos que envuelven al planeta vecino. Tratará de descifrar si el gas tiene un origen biológico (lo que supondría una emocionante noticia) o, por el contrario, es geológico.
«La nave ExoMars goza de excelente salud», ha informado la ESA en un comunicado. Los científicos han utilizado las cuatro semanas transcurridas desde su lanzamiento para verificar que los instrumentos que lleva a bordo funcionarán correctamente cuando llegue el momento.
El pasado 7 de abril, el satélite Trace Gas Orbiter (TGO), que al llegar a Marte expulsará la sonda Schiaparelli hacia su superficie, encendió su cámara de fotos y tomó su primera fotografía espacial.
La captura, realmente dos fotografías para comprobar que también funciona el mecanismo de rotación de la cámara, muestra una porción del cielo seleccionada al azar, cercana al polo celeste sur, según señala la ESA.
Los ingenieros también han realizado una serie de pruebas de los instrumentos y los sistemas de vuelo de la sonda Schiaparelli, un pequeño laboratorio científico de 600 kilos de peso que descenderá hacia Marte.
El próximo octubre, Schiaparelli se posará en una región marciana que contiene una antigua capa de hematita, hierro y óxido, que en la Tierra aparecen casi siempre asociadas a zonas que contienen agua líquida, elemento esencial para el origen de la vida.
Su principal cometido, más allá de efectuar algunas mediciones científicas, será validar su tecnología de aterrizaje para la segunda parte de la misión, ExoMars 2018, que en un par de años enviará a Marte un vehículo para excavar a dos metros bajo tierra, una profundidad inédita.
Cuando Schiaparelli concluya su misión arrancará el trabajo de su compañero de viaje, pues a partir de 2017, y al menos durante un año marciano (687 días terrestres), el TGO orbitará a unos 400 kilómetros de la superficie.
Su objetivo será analizar el 1% de gases concentrados en la atmósfera marciana a través de cuatro aparatos científicos, con la esperanza de determinar si en ella existe metano, y si este es de origen geoquímico, volcánico o biológico.
«Se han activado y comprobado todos los sistemas», ha resumido el jefe de operaciones de la ESA, Peter Schmitz.
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